Senegal; un sacerdote «enamorado» de El Corán y del diálogo

Con más de 80 años, el padre Jacques Seck continúa con la vocación de toda una vida: promover la comprensión entre los cristianos y los musulmanes en un país que, a pesar de las preocupaciones en la región, es un modelo de apertura. Y sobre el extremismo opina: «No nos da miedo»

Una túnica larga y clara, el tradicional gorrito senegalés de lana blanca y negra en la cabeza: mientras camina rápido por las calles de Dakar, a pesar de la edad (oficialmente nació en 1934), Jacques Seck puede fácilmente ser confundido con un fiel de una de las diferentes confraternidades islámicas locales. Y solo cuando los chicos sentados en frente de la catedral de la ciudad saludan a este hombre flaco con la palabra «padre» podemos darnos cuenta de que en realidad es un sacerdote católico.

«Sacerdote musulmán e imán cristiano», corrige bromeando pocos minutos después, sentado entre los bancos de la gran Iglesia blanca de Nuestra Señora. Ha convertido esta expresión su estandarte para trabajar desde hace décadas: la promoción del conocimiento y de la comprensión reciproca entre la minoría cristiana senegalesa y los musulmanes (que representa más del 90% de la población local). Una vocación que maduró durante los años de estudios en la universidad Gregoriana de Roma, en donde estudió un poco de italiano, y con los Padres Blancos, donde aprendió perfectamente el árabe y la historia islámica. No vacila para nada al recitar de memoria y en lengua original pasajes de El Corán: «Si Dios hubiera querido, habría creado una sola comunidad entre ustedes —y traduce. Pero los quiso poner a la prueba con lo que les dio. Compitan en obras buenas: todos volverán a Dios y Él les informará sobre las cosas en las que no están de acuerdo».

A menudo, durante los años que se ha ocupado de la catedral, sorprende a los fieles al citar en sus homilías el sacro libro islámico. «Decidí estudiar El Corán para vivir mejor mi fe, y he animado a muchos a que lo estudien —explica. Como cristiano, deben amar a todos, y no se puede amar a quien no se conoce». La misma convicción lo llevó a enviar a uno de sus sobrinos, musulmán, a estudiar en Marruecos. «Lo llevé a Dakar y le dije: ‘Allá podrás aprender la lengua y la cultura’. Estudió y volvió a Senegal después de algunos años. Y se convirtió en profesor del Instituto católico de Hann Maristes, en la periferia de la capital, en donde enseño hasta hace dos años»: «Si hubiera ido a la escuela tradicional —continuó—, no habrá aprendido la lengua de verdad, solo habrá repetido fórmulas, mientras este es un ejemplo de lo que queremos como país».

La coexistencia en Senegal, de hecho, es una realidad consolidada desde hace años, a tal punto que en muchos ambientes sociales se habla de un ‘diálogo interreligioso de la vida’, en el que los musulmanes y los cristianos participan en las principales celebraciones de la otra comunidad, como la Pascua o la Fiesta del Sacrificio. Tampoco es raro que personas de diferentes religiones formen parte del mismo núcleo familiar. «Yo mismo no era cristiano hasta los catorce años, sino animista —precisó el religioso, utilizando el viejo término con el que se conocen las religiones tradicionales africanas. Y mi padre lo siguió siendo hasta casi los ochenta años, cuando se convirtió al Islam. También un pariente cercano del cardenal Hyacinthe Thiandoum, el primer arzobispo africano de Dakar, era un imán en su aldea, en Popenguine, y cuando el cardenal fue ordenado estaba en la primera fila, ¡con toda su familia!».

Otros ejemplos parecidos son mucho más elocuentes y preciosos a la hora de afrontar los posibles ataques terroristas Senegal, después de los atentados de los últimos meses en Malí, Burkina Faso y Costa de Marfil. «No sé qué pasará mañana, ¡pero lo que vivimos hoy en Senegal es bello!», indicó Seck. El miedo y la desconfianza, de hecho, no se han apoderado de Dakar y las puertas de la catedral, como las del complejo e la gran mezquita, a pocos kilómetros de distancia, siguen abiertas para todos. Y lo mismo sucede con muchas casas: incluso el anciano religioso que, a pesar de la edad, sigue respondiendo a las invitaciones de las familias musulmanas, que a menudo le piden que pase todo el día con ellas. Y también impulsa el compromiso por el diálogo a sus capellanes en las cárceles. «Como hombres y como cristianos, debemos favorecer la cohabitación pacífica, sin temores —sostiene. Nosotros no tenemos miedo: yo soy senegalés al cien por ciento, un sacerdote católico senegalés, y no tengo miedo de decir que soy cristiano y que mi hermana, por el contrario, musulmana».

Seguir constantemente esta convicción no significa que el ex-curato de la catedral elija ignorar los hechos violentos que se han verificado en la región y los miedos que han provocado también en Senegal. «Suceden muchas cosas que no podíamos imaginar», suspira para después volver a pronunciar las palabras con vigor. «Los musulmanes que lanzan bombas no son verdaderos musulmanes, como los cristianos fanáticos no son verdaderos cristianos: ‘ninguna constricción en las cosas de religión’, lo dice también El Corán», recuerda. La mejor respuesta a la intolerancia, según su opinión, es el compromiso en primera persona: por ello, con un grupo de fieles musulmanes, visitó en el pasado diferentes regiones del país, dando un ejemplo concreto de convivencia. «¡Que nadie trate de separarnos! Debemos respetarnos en cuanto senegaleses, porque ser una sola familia viene antes que el Cristianismo y que el Islam; no queremos que la diferencia religiosa nos impida cultivar los mismos campos», insiste.

dialogo(DAVIDE MAGGIORE, DAKAR, Vatican Insider)