La Dominus Iesus ha venido precedida, de un tiempo de observación, por parte de la Iglesia, del escenario teológico en el que se ha desarrollado por espacio de más de veinte años un vivo debate interreligioso, que ha tenido lugar especialmente dentro de la misma teología cristiana. La Dominus Iesus se dirige fundamentamente a cristianos, como una formulación de principios que deben tenerse en cuenta en la elaboración y el desarrollo de una teología de las religiones que responda verdaderamente a su condición de disciplina normativa, parte de la “fe que busca entender”.
La declaración ha de situarse en el marco de los documentos y acontecimientos que constituyen, de algún modo, sus precedentes. Deben mencionarse especialmente la Declaración Nostra Aetate (1965), que supone un punto de intensificación en el desarrollo de la postura católica hacia las religiones; la Jornada de Asís (1986) y los textos papales que explican su sentido y su finalidad; la Encíclica Redemptoris Missio (1990) y, en otro plano, el Documento titulado Cristianismo y las religiones, publicado por la Comisión teológica internacional en 1996. No puede decirse en modo alguno que, por ser el último, Dominus Iesus sea una síntesis de esos documentos, o que, tal como está formulada, constituya una última palabra de la Iglesia sobre las cuestiones tratadas.
Los documentos mencionados encierran un rico contenido y hará falta tiempo para percibir y desarrollar todas sus implicaciones. Pero Dominus Iesus establece puntos básicos de doctrina e identidad cristianas, que la Iglesia considera irrenunciables para la elaboración de una adecuada Teología de las religiones. Click en la imagen para leer la Declaración: