INTERRELIGIOSO

El diálogo entre las distintas religiones posee un perfil específico. La mundialización ha aumentado la interdependencia de los pueblos, con sus diferentes tradiciones y religiones. A este respecto, no falta quien afirma que las diferencias son necesariamente causa de división y, por tanto, al máximo, pueden ser toleradas; mientras que otros llegan a sostener que las religiones, simplemente, deben ser reducidas al silencio. «Por el contrario, [las diferencias] ofrecen a personas de diversas religiones una espléndida oportunidad para convivir en profundo respeto, estima y aprecio, animándose unos a otros por los caminos de Dios».

A este respecto, la Iglesia Católica siente cómo va siendo cada vez más importante la necesidad de un diálogo que, a partir de la conciencia de la identidad de la propia fe, pueda ayudar a las personas a entrar en contacto con las otras religiones. Diálogo indica no sólo el coloquio, sino también el conjunto de las relaciones interreligiosas, positivas y constructivas, con personas y comunidades de otras creencias, para un conocimiento mutuo.

El motivo del diálogo con personas y comunidades de otras religiones radica en el hecho de que todos somos criaturas de Dios, que actúa en toda persona humana, que a través de la razón, percibe el misterio de Dios y reconoce los valores universales.

Para profundizar más con el fin de lograr un mayor éxito en el diálogo interreligioso, es necesario que se cumplan las siguientes características:

1. Interior. Ha de estar presente en el interior de la persona y crecer; este diálogo nos lleva a interrogarnos sobre nosotros mismos, a dar pasos; cuando se va cambiando, creciendo, es señal de vida, desde el santuario de nuestra persona nos abrimos a los demás. Para el diálogo es importante que se parta del corazón del hombre y que el acto que realicemos sea verdaderamente personal. En este diálogo no debemos mirar sólo hacia atrás, sino hacia arriba (al trascendente) y hacia el lado y adelante donde están los otros. En este sentido el diálogo es plegaria y comunicación.

2. Humilde. El diálogo religioso exige magnanimidad y serenidad. Con estas actitudes hemos de reconocer nuestras fallas históricas y ser capaces incluso de pedir perdón, como lo hizo Juan Pablo II. También hemos de estar dispuestos a corregirnos y luchar para no volver a caer en errores históricos.

3. Abierto. Aunque el diálogo religioso parte de lo íntimo de la persona, es abierto a la religión de los demás. Exige entrar en comunión especial con el otro. Por eso exige superar el monólogo. Tenemos que dejarnos enseñar mutuamente. Con el diálogo superamos el anquilosamiento y crecemos como religiones.

4. Amoroso. Además, nuestras religiones nos piden mirar al otro como imagen de Dios, como prójimo. Y debemos amar al prójimo como a nosotros mismos. Y ciertamente por las religiones somos creyentes próximos.

5. Profundo. Se empeña en cosas importantes y va a lo profundo, a la esencia de los problemas. Por lo mismo este diálogo no debe ser sólo tolerancia, simpatía que nos mantiene en la superficialidad. El sentido de la vida, el fin de ésta, la verdad, han de ser temas de preocupación mutua. Puede haber una relación positiva entre ambas doctrinas.

6. Crítico. La autocrítica religiosa nos ayuda a purificarnos y perfeccionarnos especialmente en la praxis religiosa. También tenemos que estar dispuestos a escuchar las críticas de los demás; nadie es perfecto. Podemos corregir mutuamente las faltas y hay carencias que tenemos como seres humanos y como religiones. Como dijo el Concilio Vaticano II, el mutuo conocimiento y aprecio lo lograremos «por medio de estudios bíblicos y teológicos y con el diálogo fraterno».

7. Reconciliador. Nuestras actuaciones históricas no siempre han sido las mejores. La autosuficiencia, el creernos superiores, el imponer por la fuerza nuestras ideas y religiones son hechos que se han dado y que tenemos que reconocer con sinceridad y humildad. También tenemos que estar dispuestos a que algunos hechos no vuelvan a repetirse.

Todos los pueblos forman una comunidad, tienen un mismo origen, puesto que Dios hizo habitar a todo el género humano sobre la faz de la tierra, y tienen también un fin último, que es Dios, cuya providencia, manifestación de bondad y designios de salvación se extienden a todos, hasta que se unan los elegidos en la ciudad santa, que será iluminada por el resplandor de Dios y en la que los pueblos caminarán bajo su luz.

Los hombres esperan de las diversas religiones la respuesta a los enigmas recónditos de la condición humana, que hoy como ayer, conmueven íntimamente su corazón: ¿Qué es el hombre, cuál es el sentido y el fin de nuestra vida, el bien y el pecado, el origen y el fin del dolor, el camino para conseguir la verdadera felicidad, la muerte, el juicio, la sanción después de la muerte? ¿Cuál es, finalmente, aquel último e inefable misterio que envuelve nuestra existencia, del cual procedemos y hacia donde nos dirigimos?

No podemos invocar a Dios, Padre de todos, si nos negamos a conducirnos fraternalmente con algunos hombres, creados a imagen de Dios. la relación del hombre para con Dios Padre y con los demás hombres sus hermanos están de tal forma unidas que, como dice la Escritura: “el que no ama, no ha conocido a Dios” (1 Jn 4,8).

Así se elimina el fundamento de toda teoría o práctica que introduce discriminación entre los hombres y entre los pueblos, en lo que toca a la dignidad humana y a los derechos que de ella dimanan.

La Iglesia, por consiguiente, reprueba como ajena al espíritu de Cristo cualquier discriminación o vejación realizada por motivos de raza o color, de condición o religión. Por esto, el sagrado Concilio, siguiendo las huellas de los santos Apóstoles Pedro y Pablo, ruega ardientemente a los fieles que, “observando en medio de las naciones una conducta ejemplar”, si es posible, en cuanto de ellos depende, tengan paz con todos los hombres, para que sean verdaderamente hijos del Padre que está en los cielos.

(Educar al Diálogo intercultural en la escuela católica)(Teología de las Religiones y Diálogo Interreligioso)    (Declaracion Nostra Aetate) 

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