Se llevó a cabo la ceremonia para agradecer por la restauración del edículo venerado como el lugar de la Resurrección de Jesús. Participaron el Patriarca Bartolomé y el Primer Ministro griego Tzipras. La propuesta de los armenios: «Que también los anglicanos y luteranos puedan celebrar aquí»
«Muchos aquí en Jerusalén no creían que fuera posible. Cuando hablábamos de ello nos preguntaban: “¿Cuándo?”. Y añadían: “No viviremos para verlo…”. En cambio, como dice el ángel a María en la Anunciación, nada es imposible para Dios». Lo explicó en su intervención el administrador apostólico del Patriarcado latino, el arzobispo Pierbattista Pizzaballa, porque el de hoy no es un día como cualquiera para los cristianos de Jerusalén. Lo dijo frente al Patriarca Ecuménico Bartolomé, a los representantes de las demás Iglesias cristianas, a las autoridades, a los diplomáticos, a los mismos arquitectos y profesores que trabajaron para restaurar el edículo durante los últimos diez meses. Pero, sobre todo, lo dijo de espaldas al mármol rosáceo del edículo, que ahora podría incluso hablar por su cuenta. Desde hace dos siglos (desde que a principios del siglo XIX asumió su rostro actual, de estilo barroco-otomano) el lugar venerado por millones de peregrinos como la tumba de Jesús, en el centro de la Basílica, no brillaba con esta luz.
Ahora el edículo está finalmente libre de la jaula metálica que construyeron los ingleses en 1947 para tratar de contener los daños que provocó un terremoto y que se mantuvo durante muchos años sin que las Iglesias lograran ponerse de acuerdo más allá de los acuerdos seculares para afrontar los problemas que tenía la estructura. Despojado (por lo menos por ahora) también de las lámparas votivas, ahora vuelve al primer plano el mármol en el corazón de la Jerusalén cristiana. Piedra como la roca preciosa que el edículo custodia en su interior: la misma que desde los primeros años los cristianos han venerado como el lugar en el que fue depositado el cuerpo de Jesús.
Entraron juntos a la tumba los líderes de las comunidades greco-ortodoxa, latina y armenia, tres confesiones cristianas a las que una historia compleja y a menudo dolorosa ha encomendado la custodia del lugar más importante de la cristiandad. Cantaron cada uno su himno pascual, pero rezaron juntos el Padre Nuestro. Para afirmar, efectivamente, que «nada es imposible para Dios». Porque, claro, las piedras restauradas resplandecen; y entre los fueron orgullosos a Jerusalén hoy estaban el Primer Ministro griego Alexis Tzipras, en primera fila, para participar en un rito que celebra una operación coordinada por un equipo de la National Technical University de Atenas. Pero el acuerdo entre las tres confesiones cristianas gracias al cual fue posible esta obra de restauración tiene un significado que va mucho más allá del resultado material. «No hemos renovado solamente una estructura –explicó el Patriarca greco-orodoxo de Jerusalén, Teófilo III. Hemos renovado nuestro común testimonio del Evangelio del Cristo Resucitado. Y es un don no solo para la Tierra Santa, sino para la humanidad entera».
Es un clima nuevo de fraternidad el que se respira entre las Iglesias de Jerusalén. Hace apenas algunos años sorprendieron las imágenes de una pelea entre religiosos armenios y ortodoxos dentro de la Basílica, por una cuestión de horarios y reglas no respetadas en el condominio más complejo de la cristiandad. Ahora, por el contrario, se respira un aire de colaboración: «En estos meses la confianza recíproca nos ha permitido encontrar soluciones adecuadas para no interrumpir las celebraciones ni los peregrinajes durante la restauración», observó el Custodio de la Tierra Santa, el padre Francesco Patton. También recordó que, por una «feliz y providencial coincidencia», la inauguración se da a pocas semanas de una Pascua que este año será celebrada el mismo día por las diferentes Iglesias.
El Patriarca armenio de Jerusalén, Nourian Manougian, fue incluso mucho más allá en este solemne día para Jerusalén, con una propuesta: «Nosotros somos custodios de este lugar –explicó dirigiéndose a los greco-ortodoxos y a los latinos. Pero hay otras tres confesiones cristianas (siríacos, coptos y etíopes) cuya historia ha garantizado solamente algunas prerrogativas dentro de esta Basílica. Y en Jerusalén también están los anglicanos y los luteranos, hasta ahora excluidos de este lugar. ¿Por qué no considerar la posibilidad de garantizar que estas cinco confesiones celebren su liturgia en el edículo del Santo Sepulcro por lo menos una vez al año, durante el tiempo de la Pascua?».
Por ahora es solamente una propuesta, pero significaría mucho para la unidad de los cristianos en Jerusalén. Y sería otro signo de esperanza para todos los cristianos del Medio Oriente. Esos mismos cristianos que, como recordó el cardenal Leonardo Sandri, Prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales, en el mensaje que envió en nombre del Papa y que fue leído durante la ceremonia en el Santo Sepulcro por el Nuncio apostólico Giuseppe Lazzarotto, ahora experimentamos muchas heridas, pero de esta tumba restaurada sacan «nueva valentía porque saben que las tensiones y los conflictos nunca tendrán la fuerza para apagar la luz de la Pascua». (Vatican Inisder)