Misericordia: la visión de un no creyente

¿Qué significa esta palabra para quien no tiene una fe? Empatía, compasión, piedad…
La convocatoria de un jubileo a ella dedicada ha puesto en la escena, más allá del recinto vaticano, la palabra misericordia, que para el oído laico suena pasada de moda e impregnada de un significado específicamente religioso.

Quien no es creyente tiende a no aceptar a priori los significados místicos de los que por lo general está revestida la palabra, especialmente ahora que se enarbola la inquietante y mundana centralidad, y en su mente se alternan varios sinónimos, o presuntos tales, que le permitirían llevarla más allá de la frontera de la cristiandad: piedad, compasión, empatía, etc., en una creciente confusión que los diccionarios on-line no contribuyen a clarificar.

El primer impulso llevaría a identificarla con la piedad, el sentimiento de quien tiene compasión, de quien percibe emocionalmente los sufrimientos del otro como propios y quisiera aliviarlos (entre paréntesis, ha sido el cristianismo el que ha acercado el término piedad al de misericordia).
Pero entonces, ¡por qué no empatía, que no es un sentimiento, sino una capacidad de comprender plenamente el estado de ánimo del otro, de ponerse en el lugar del otro; especialmente después de los descubrimientos de la neurociencia sobre las neuronas-espejo que tienden a confirmar que la empatía no nace de un esfuerzo intelectual sino que es parte del código genético de la especie?

Además, las palabras piedad-misericordia-compasión, como casi todas las palabras significativas, pueden tener un doble significado, positivo y negativo: basta pensar que en ocasiones se vinculan a expresiones como “da lástima” o “da pena”; o por ejemplo el uso que se le dio entre los siglos XIV y XVI que llamaban “misericordia” a una pequeña daga con la que se le daba muerte al enemigo herido (golpe de gracia).

Se podría decir que la misericordia es compasión, pero es una compasión activa, que se llena de significado en los actos, en las obras. Y será cierto que representa un concepto fundamental, clave en la vida cristiana, como subrayó el docto cardenal W. Kasper. Entonces resulta necesario distinguir la misericordia cristiana de la misericordia laica, basada ésta última en valores humanitarios; y si bien caminan juntas y se entrelazan, pertenecen a dos órdenes distintos, que deben ser respetados en su naturaleza..

No se trata de contraponer las buenas obras laicas de las cristianas, sino «de buscar la armonía escondida que ofrece alivio al mundo»; y una armonía –como el diálogo– «no se da en la homogeneidad, sino que vive en la diversidad…».

Mario Frontini (focolare.org)

ateo