Biografía del Rabino Moisés Kaiman
El Rabino Moisés Kaiman nació en el pequeño poblado de Sczusczin en Polonia en 1913 en el seno de una familia respetuosa de la religión y las tradiciones del pueblo judío, teniendo la bendición de tener una madre amorosa dedicada al bienestar de sus hijos y un padre reconocido por su piedad, por sus conocimientos y por su don de oratoria, facultades que heredó sin lugar a dudas.
A los trece años de edad fue aceptado en el Seminario Rabínico de la ciudad de Bialystock lo que implicó para él, por un lado, la oportunidad de desarrollar su intelecto y sus capacidades discursivas pero, por otro, el sacrificio de dejar el hogar familiar a esa edad. Muy pronto fue reconocido por sus compañeros y maestros como un joven con un gran potencial, llamándolo “el sabio Moisés” y, a la temprana edad de 18 años, recibió el título de rabino
La Segunda Guerra Mundial y el Holocausto no sólo constituyeron la tragedia de horror que en su saldo sangriento dejó un impacto dramático en la vida del joven rabino, pues sus padres y hermanos, así como la familia de su esposa Sarah fueron víctimas del antisemitismo nazi al morir en el campo de exterminio de Auschwitz. La joven pareja había logrado abandonar Europa en 1941, dirigiéndose a Cuba, donde Moisés Kaiman había sido solicitado como rabino y en donde nacieron sus hijos.
Uno de sus compatriotas de Sczusczin, al saber que se encontraba a la vez tan cerca –en América- y tan lejos –guía religioso de la comunidad judía de la Habana-, procuró convencerlo de venir a Monterrey para que tomara en sus manos el liderazgo espiritual de la pequeña comunidad israelita de la ciudad. Fue así como el rabino Kaiman arribó en 1944 y durante casi 68 años, fue su líder religioso, hecho inédito en las demás comunidades judías del mundo y probablemente excepcional también dentro del ámbito de otras iglesias y denominaciones religiosas.
Desde 1993 año en que recibió su carta de naturalización, el rabino Kaiman vio concretar su sueño de ser orgullosamente ciudadano mexicano
Su labor espiritual no se limitó a la conducción de la Comunidad Israelita de Monterrey, sino que desde su arribo demostró tener un espíritu generoso que encontró la hermandad entre todos los hombres, dando respuesta a las necesidades de consejo y consuelo de todos sus congéneres.
Su casa fue una casa abierta a quien lo necesitara, siendo un ejemplo de ecumenismo y compromiso por la sociedad regiomontana, promoviendo la paz y la convivencia armónica en toda circunstancia. Fue una personalidad que siempre encabezó eventos a favor de la paz y del diálogo interreligioso promoviendo la participación en actividades altruistas, siendo muy apreciado por la colectividad regiomontana.
Durante muchos años escribió una columna semanal –Desde la Sinagoga– con consejos para la vida cotidiana en el periódico El Norte. También colaboró con los periódicos El Porvenir y el Diario de Monterrey y, hasta poco antes de su deceso, en el Algemeiner Journal que se publica semanalmente en la ciudad de Nueva York.
Fue autor de seis libros que recopilaron sus artículos periodísticos:
Consejos bíblicos para la familia Mexicana
¿Cuál es el buen camino?
¿Quién no quiere vivir bien?
La estrella de David
Amarás a tu prójimo como a tí mismo
Todos somos hijos de un solo Dios
En uno de sus artículos publicado en el periódico El Norte escribió:
“Desde que llegué a esta Ciudad dije que me sentía en un paraíso… en Monterrey, Gracias a D’s en todos estos años he logrado mantener una relación de verdadera amistad y diálogo con todos los líderes religiosos. Esta es la única Ciudad en el mundo en que todos vivimos como hermanos hijos de un solo Dios. Estoy muy orgulloso de mi comunidad y de mi Ciudad, tengo fe en D’s que Monterrey seguirá siendo un paraíso y podremos seguir diciendo que “como Monterrey no hay dos. Amén “.
Fue amigo y tuvo el privilegio de contar con la amistad de distinguidas personalidades de la ciudad. Mantuvo una muy cercana relación de amistad con el Arzobispo y Cardenal Adolfo Suárez Rivera, quien falleciera hace unos años. El Cardenal se dirigía a él como su hermano. Mantuvo un trato cordial y de confianza con su sucesor, el Cardenal Francisco Robles, recientemente nombrado Arzobispo de Guadalajara, y con dirigentes religiosos de distintas denominaciones en la ciudad de Monterrey
En palabras del cronista de la ciudad, el Prof. Israel Cavazos, “el Rabino se dio a querer en Monterrey tan pronto como llegó… muy pronto se convirtió en un personaje sumamente querido y estimado por el gobierno y autoridades eclesiásticas de la ciudad. Gobernadores, alcaldes, obispos y curas se hicieron amigos suyos por su espíritu abierto, ecléctico, muy respetuoso de las ideas de los demás”. Esta disposición le granjeó también la admiración de académicos y de dirigentes de diversas instituciones educativas y sociales, así como el afecto de muchos regiomontanos de todas clases sociales que le admiraron y quisieron por su sabiduría y su humildad.
Recibió múltiples reconocimientos, entre ellos la Medalla al Mérito Diego de Montemayor por parte del Ayuntamiento de Monterrey en 1993 y la Medalla al Mérito Cívico Presea Estado de Nuevo León por parte del gobierno del Estado en 2005. Fue invitado a recibir al Papa Juan Pablo II en las dos ocasiones que visitó nuestra ciudad, recibiendo en 1979 una carta del Vaticano haciéndole saber que el Pontífice había viajado de regreso a Roma con la Biblia hebrea que le había llevado como presente. En 2009 y por iniciativa del Consejo Interreligioso de Nuevo León una plaza del Parque Fundidora lleva su nombre.
Por su labor social, por su apoyo a las causas filantrópicas de diversas instituciones y por su búsqueda de la colaboración interreligiosa fue nombrado Decano del Consejo Interreligioso del Gobierno del Estado de Nuevo León.
El Rabino Moisés Kaiman falleció el domingo 22 de enero de 2012.
De acuerdo al Pirkei Abot –Aforismos de los Padres- “Sobre tres pilares se sostiene el mundo: el cumplimiento de los preceptos divinos, el servicio al templo y la caridad”. Con su vida, el rabino Kaiman puso en práctica estos principios. Su vida se rigió de acuerdo a las normas éticas que permiten la sana convivencia social, abocó su vida al servicio del templo como dirigente espiritual de la comunidad israelita de Monterrey durante 67 años pero su vocación de servicio lo encauzó a la comunidad de su ciudad de adopción, Monterrey y todas las instituciones que requirieron su presencia y su apoyo y a través de sus generosas acciones fue un promotor de la ayuda al prójimo participando en actividades filantrópicas a beneficio de los más desposeídos. De esta forma, sostuvo al mundo y nos deja un ejemplo a seguir.
Descanse en paz este hombre justo que amó profundamente a su comunidad y a su Monterrey.
Ana Portnoy (gustoporlahistoria.com)